Navegando por aguas contaminadas

Sin tener en cuenta la influencia que ejerce la atracción de la apariencia física de los individuos, el nacimiento de una amistad depende de un encuentro cara a cara. Una prueba de ello —muy común hoy día—, es que las personas que buscan parejas o amistades en la redes sociales de internet, terminan sentados frente a frente en un restaurante. Y es lógico que así sea. Las feromonas de nuestro cuerpo se activa al estar uno cerca de otro. Después, de ser percibida por ambos, se desencadena una atracción mutua, ya sea social o sexual, modificando nuestro comportamiento.


De ser así, ¿qué nos atrae para tener «amigos electrónicos» sin contacto físico?


Si excluimos los grupos políticos, culturales o económicos, etc., con los mismos intereses, entonces ¿es la banidad la que nos impulsa a tener amigos con los que nunca hemos compartido ni una mirada cómplice ni un café? Pienso que sí.

La mayoría de los artistas tiene una excesiva necesidad de admiración, son narcisistas por naturaleza, necesitan de los aplausos, de los elogios para ser felices. Tal vez, son muy banidosos, pero se diferencian bastante de los llamados «famosos» y de algunos atletas; por ejemplo, los del futbol.

Visitemos un estadio lleno de espectadores: Un deportista le da una pata a la pelota y entra en la portería contraria. Se escucha un gigantesco grito: ¡¡¡Goooool!!!, que retumba por todas las gradas. Independiente del éxito de «colar» la pelota en portería, los oídos del atleta solo perciben el sonido de los millones cayendo en su alcancía. Luego, hará uso de ellos mostrando su banidad en las redes sociales. Veremos su hermoso super yate, su inmensa mansión a la orilla de la playa retratado con su chica semidesnuda para «enriquecer» el paisaje, y contemplaremos «toda su felicidad» en fotos que dan pura «envidia».

El artista solo necesita un elogio para ser feliz. Los creadores, artistas plásticos y escritores en general, aunque también son banidosos, no exhiben sus obras para ser «envidiados», buscan solo un aplauso.


Comparemos al atleta con un cantante.


Imagina que estás en un lujoso teatro, lleno de lámparas colgantes con muchas luces. Entrar en escena el artista. Se escuchan fuertes aplausos y gritos histéricos de las chicas que estremecieron hasta las butacas. Comienza cantar acompañado de una exitosa y afamada orquesta sinfónica y su grupo de rock. Termina de cantar y nadie lo aplaude. Silencio total. Una inmensa frustración recorrerá su cuerpo aunque le hayan pagado millones dólares por cantar.


Facebook, un río contaminado de muchas inmundicias


Facebook es algo parecido al rio Missippi por donde transitan miles de barcos diariamente. Se diferencian en la contaminación. El río Facebook está contaminado de intrascendencia, insignificancia, banalidad, superficialidad, frivolidad, nimiedad, futilidad, irrelevancia... y de chicas que muestran sus cuerpos semi desnudos o completamente desnudas y, algunos llamados Grupos Privados, publican pornografía


Pero, pero... si tienes un objetivo comercial o social, tendrás que soportar la contaminación y adaptarte a las «nuevas tecnologías» y navegar por el río Facebook como si lo estuvieras haciendo por el Missippi, siempre evitando que al casco de tu barco no se adhieran inmundicias y atracando en puertos sin trivialidades. Reconozco que la navegación por este río es extremadamente difícil y peligrosa por los riesgos de contaminación.


El por qué de correr riesgo

Conociendo, los millones los navegantes que utilizan el río de Facebook todos los días, me decidí, por segunda vez, aceptar nuevamente el riesgo y diseñé un perfil con el propósito: promover la venta de mis libros. Luego, aparecieron «viejos» amigos, comenzaron las «chacharas», y trajeron al presente, viejos recuerdos de travesuras, que no se pueden contar. Y comenzaron a publicar fotos de décadas pasadas para recordarnos que hemos envejecido. Más tarde, se comunicaron conmigo, mis primos, primas, sobrinos, sobrinas, tíos y tías, todos dispersos en diferentes sitios del planeta tierra. Luego vinieron las y los «amigos electrónicos» con intereses comunes en la plástica y la literatura. Hasta ese momento, todo marchaba muy bien, aunque la venta de los libros era lenta, pero funcionaba.

Más tarde, recibí solicitudes de amistad de gente que no conozco y sin ninguna afinidad con mi trabajo o mis libros. Las acepté por la curiosidad de aprender más acerca de la banalidad y por el parecido con mi personaje ficticio de Carmena del escrito La Globalización del Chisme. Tiempo después, noté que ninguno de los «desconocidos amigos» habían hecho un simple comentario de los escritos que había publicado. Estos «desconocidos amigos», solo tenían el propósito de aumentar el número de «sus amigos» para exhibir; tal vez, su banidad en fotos o cosas por el estilo. Algunos de estos «amigos», sus perfiles estaban muy contaminados muchas inmundicias.


Estoy convencido que el acceso a las nuevas tecnologías de forma masiva, ha producido el «destape mundial» de todos de contenedores de reciclaje de basura... y un poco más.


Contradicciones y propósitos

Antes de tirar, por segunda vez, mi barco a las aguas contaminadas del río de Facebook, cree el Blog Portafolio de Libros (portafoliodelibros.blogspot.com) con el mismo objetivo, vender libros y promover los libros que diseñaba de otros autores cubanos. Hasta ahora, ha funcionado bien, con más de 16.000 visitas.


En Facebook, confirmé que la banidad es un virus que contamina a toda la especie humana, y yo no iba a ser la excepción. Así, que puse a prueba mi banidad y toda mi arrogancia de artista con la intención de comparar mis «logros infantiles» con mis intentos de vender libros a través de Facebook. Si iba a tener éxito, no sabía.


Todo mis propósitos de niño por alcanzar «algo», tuvieron un resultado útil. Recuerdo a mi tía Jacinta decirle a mi madre.


—Hermana, esos niños tiene que ir a la escuela. No pueden seguir «mataperriando» por las calles sin estudiar.


Recién habíamos regresado a Regla después de varios años viviendo en Lawton y aún no estamos matriculados en una escuela. Mi tía, con la influencia que tenía en la sociedad, habló el director de una escuela privada y acordaron un plan para integrarnos a las aulas, aunque el curso ya había empezado. El problema fui yo. Por mi edad, debía estar en cuarto. Así, que hicieron un programa de estudio acelerado. Debía estar un mes en el primero, dos meses en el segundo, dos meses en el 3ro. Pero, al tercer mes, ya estaba en aula de 4to-5to.


Varias ocasiones, le solicité al director que me examinará los tres primeros grados para ahorar tiempo. A mucha insistencia mía, el director habló con mi tía y acordaron poner a prueba mis conocimientos. Aprobé todos los exámenes oficiales para asombro del director, los profesores y de mi querida tía y madrina. Durante dos meses, estudié intensamente y me aprendí todas las asignaturas sin ayuda de nadie.


A los once años comencé a pintar motivado por una disputa con mi tío, un afamado artista plástico. A los catorce, publiqué mi primera caricatura. Cuando me pagaron, le reclamé al director del periódico que solo me había pagado $8.85 por ella y me dijo: —Antes de hablar de dinero, piensa en ser un mejor artista y verás como te llegan los pesos a tu bolsillo. Me tiró un jarro de agua fría. Pero, me propuse ser uno de los mejores caricaturistas de Cuba y lo logré.


Ahora, he tenido que desechar este segundo intento o «propósito», cuando cree, por segunda vez, un perfil en Facebook. Esperaba que no hubiera sido un impulso infantil navegar en Facebook sin contaminarte con la banidad y promover mi obra. Fue una puesta difícil y complicada, porque a los «amigos electrónicos» les gustaba, además de las creaciones, querían ver y conocer al artista en sus fotos personales... y caí en la trampa de la banidad.


No es posible jugar a beisbol sin un bate y una pelota. Tenía el bate y la pelota para iniciar el juego. Lancé mi barco al río de Facebook sin ataduras impuestas por la sociedad, era libre; eso pensé. Respeté la ética de las relaciones personales, los comentarios y dejé al libre albedrío las decisiones de cada uno. No cuestioné la desnudez, siempre que no atentara contra la moral de otros. Cada uno es soberano hacer lo que desee, pero nada de eso sirve en Facebook.


Al final, dije adios a Facebook. Mi barco navegó por sus aguas contaminadas hasta que se hundió infestado por los virus de la frivolidad y la banidad.


Luis García Fresquet