Sin tener en cuenta la influencia que ejerce la atracción de la apariencia física de los individuos, el nacimiento de una amistad depende de un encuentro cara a cara. Una prueba de ello —muy común hoy día—, es que las personas que buscan parejas o amistades en la redes sociales de internet, terminan sentados frente a frente en un restaurante. Y es lógico que así sea. Las feromonas de nuestro cuerpo se activa al estar uno cerca de otro. Después, de ser percibida por ambos, se desencadena una atracción mutua, ya sea social o sexual, modificando nuestro comportamiento.
De ser así, ¿qué nos atrae para tener «amigos electrónicos» sin contacto físico?
Si excluimos los grupos políticos, culturales o económicos, etc., con los mismos intereses, entonces ¿es la banidad la que nos impulsa a tener amigos con los que nunca hemos compartido ni una mirada cómplice ni un café? Pienso que sí.